28 jun 2010

Encuentro de Ensueño - Feliz cumpleaños no feliz (2)


Disclaimer: La familia Cullen, Denalí y Vulturi pertenecen a Stephenie Meyer. 



Capítulo 11
Feliz cumpleaños no feliz (2)

Me había apartado de las hermanas Denalí y me había refugiado en la mesa de la que el hermano de Aro había estado comiendo, y había hecho lo mismo que él. Comer y comer pastelillos —tras asegurarme que no eran de sangre —estaban deliciosos y parecían ahogar el vacío.

Edward seguía junto a Kate, Irina y Tanya. Era increíble cómo esa chica mantenía un brazo entrelazado con el de Edward y encontraba la manera de rozar su cara con sus dedos. Los cuatro estaban allí, riéndose de forma audible —considerando que todos los demás sonidos eran susurros—tomé aire pausadamente y luego otro pastelillo.

—No vas a tener espacio para la torta —susurró una voz aterciopelada a mi espalda.
Volteé y lo mire por un segundo, suspiré y regresé a tomar un pastelillo.
—Ya me voy, así que no importa.
—¿Irte?
—Sí, ya es tarde.
—Mary, llegaste hace una hora, y la fiesta es tuya.
—Pues —dirigí mi mirada a Tanya —estoy cansada, los humanos…no somos perfectos.
Edward se me quedó mirando por un momento, como tratando de adivinar lo que mis gestos querían decir.
—Bien, pero primero debes ver algo —me estrechó los dedos y me llevó con delicadeza hacia las habitaciones. Sentí que la mirada de Tanya se me quedó pegada a la espalda, casi sentía que me quemaba.

Edward se detuvo frente a una puerta de color blanco, la empujó un poco para abrirla y me invitó a pasar, lo hice sin que él me soltara los dedos.

Una vez adentro de lo que presumí era su habitación, me pasó un brazo por la cintura y me guió a sentarme en la cama ¿por qué tenía una cama? Edward respondió a mi pregunta no formulada.
—Me gusta sentarme a pensar allí —dijo esbozando una sonrisa torcida, haciendo que me olvidara de todos los celos que acababa de enfrentar.

Estar en su habitación era muy apacible, todo parecía silencioso y ordenado. Cada cosa estaba en su lugar, y no parecía haber ni una muestra de polvo allí; además de la simple alegría de estar sola con él. Sin los Vulturis, sin los Cullen, y sin las Denalí. Una sonrisa se formó en mi rostro y Edward lo notó.

—No tienes que estar celosa de Tanya —dijo alzando una ceja y buscando algo en un baúl —sólo somos amigos, casi primos. Ella generalmente se comporta así, es…—se quedó pensando, como buscando la palabra correcta —le gusta ser así con los hombres.

—Supongo que se aventaja de que yo soy humana —musité.
—No —dijo Edward volviéndose a mirarme —te sorprendería saber que conmigo es más cuidadosa. Tendrías que verla con Emmett —alzó las cejas muy alto —Rosalie no la tolera, pero Carlisle dice que son familia. Le dije a Alice que no las invitara, pero no teníamos opción realmente.
—Supongo que no.
—Viven en el piso de arriba, se enterarían de una forma u otra y no lo tomarían a bien.
Edward extrajo una caja forrada con un papel que asemejaba un tablero de ajedrez y me la entregó. Se sentó a mi lado y besó mi cuello. Me estremecí ante su gélido roce y las mariposas en mi estómago se alborotaron más cuando susurró “feliz cumpleaños” en mi oreja, para luego besar mi cuello una vez más.
—Ábrelo —musitó sin separarse de mí.

Cuando toqué el papel noté que era plástico, me le quedé mirando a Edward extrañada.

—Idea de Alice, simple prevención.

Sonreí y retiré el plástico, cuando lo hice, descubrí una caja transparente, adentro se podían observar dos piezas de ajedrez: una reina blanca y un peón rojo, al lado de eso, había una manzana de madera, roja y brillante. Volteé a mirar a Edward y pasé un brazo por su cuello, el regalo no era muy grande, pero para mí significaba mucho.
—¿Te gusta?
—Me encanta.

Edward se agachó y sacó algo de debajo de la cama.

—Aún no termina —dijo entregándome un lirio rizado, sentí cómo las lágrimas se agolpaban en mis ojos. Era tan perfecto, blanco con las manchas rojas y alrededor del tallo, se hallaba un lazo rojo desgarrándose.
—Edward, es hermoso —dije mientras tomaba el lirio y me acercaba a sus labios, nos besamos como nunca antes, sin tabú ni temores —. Es absolutamente perfecto —musité.
—Los libros pueden desaparecer, pero yo no lo haré.

Me sonreí una vez más y lo abracé con fuerza —fuerza para mí, no para él —él me apretó delicadamente y luego me acunó en su pecho, cuando dos lágrimas gruesas comenzaron a salir de mis ojos.

—¿Por qué lloras Mary?

Palpé su pecho por encima de su camisa a rayas.

—Porque soy tonta —dije apretándome más a él —porque aún no me creo que seas real, porque pienso que un día despertaré y no estarás, y ese día sufriré.

Edward levantó mi rostro y secó mis lágrimas con sus labios.

—Pues sí eres tonta, porque estoy aquí, te amo y no me iré. Soy real, Mary —. Me dio otro beso en los labios y continuó —. Dime algo, ¿tus sueños son tan realistas?
—Sí, y siempre que me despierto me arrepiento de haberme dormido.
—Felicitaciones señorita, usted está despierta, y puede dormir tranquila, que este vampiro velara sus sueños.


..

El lunes desperté acunada en el pecho de Edward y a partir de ahí supe que mi día iría bien. La fiesta había terminado bien, con el perfecto regalo de Edward y cuando Tanya se había convertido en la celosa y no en la celada. Me picaron un pastel que estaba exquisito, supe que el hermano de Aro había sido el encargado en comprarlo. Me sorprendió luego notar la presencia de Laurent; Rosalie me dijo que él no estaba invitado, que su aquelarre si era como el del libro, pero que ciertamente el andaba tras las faldas de Irina y se había colado a la fiesta. Sin embargo, todo fue perfecto.

El domingo salí con mi familia al cine, fue mi petición de cumpleaños y lo disfruté mucho. Ya en la noche, Edward entró por mi ventana y veló mis sueños como prometió.

Y así fue como el lunes —mi día odiado —empezó muy bien y tenía esperanzas de que siguiera así.

Cuando llegué a la escuela, Vanessa me interrogó sobre la fiesta. Le comenté algo sobre Tanya y ella se sorprendió. De ahí en adelante no paró de hablar de una “fea” que también estaba tras su novio. Me prometió una vez más que lo conocería y yo sólo le concedí el don de la duda.

La primera clase fue de historia, mientras veíamos la lección me preguntaba si Edward había vivido en esa época, y que si era así, le pediría ayuda con la tarea. Eso me ahorraría tiempo y nos concedería a ambos tiempo a solas, algo que nos beneficiaba mutuamente. Pensar en Edward alivianó la pesada materia, así que lo hice en las siguientes también. Me sorprendía a mí misma de que pudiera encontrar la forma de relacionarlo con todo.

A la hora del receso, desempaqué mi comida, estaba hambrienta, le di a mis amigos un trozo de mi torta de cumpleaños —había quedado mucha, ya que la mayoría de los invitados no comían —todo parecía normal y demasiado feliz. Uno de esos días en los que dices, “qué bien me siento”.

No había hablado con Carlos en toda la mañana, así que fui junto con Vanessa a buscarlo para comentarle sobre mi fiesta y “Tanya”, quería escuchar su reacción. Vanessa parecía un loro, hablaba y hablaba de mil cosas a la vez.

Carlos se encontraba hablando con la bruja de su novia. Y Vanessa y yo nos detuvimos antes de estar demasiado cerca para poder oír. Esto era raro, porque ella se veía más bruja de lo normal y él muy confundido.

—Están terminando —musitó Vanessa.
—El problema, es que parece que es ella quién lo decidió.

La bruja en cuestión se fue, pavoneándose como si fuera lo suficientemente bonita para hacerlo, bruja, era la palabra más suave que se me ocurría sobre ella. Carlos se nos quedó mirando y me llamó a mí, le hice un gesto a Vanessa y me acerqué a él.

—¿Qué pasó? —inquirí confundida.
—Terminó conmigo.
—Perra—dije entre dientes.
—Mary…por favor.
—Lo siento, supongo que no es lo que quieres oír.
Él negó con la cabeza, lo único que se me ocurrió fue abrazarlo en ese mismo momento, él se dejó abrazar y el gesto sirvió muy bien para los dos. Extrañaba el calor de una piel, acurrucarme así. Por mucho que Edward me amara, jamás sentiría su piel suave y cálida contra la mía, jamás me podría apretar así, consolarme si estaba herida. Se necesitaba a un hombre de verdad para todo eso.

Carlos se sentó en una banca, y yo lo hice junto a él. Me contó que la bruja quería estar con otros, y me dolió saber que yo sospechaba que ya lo hacía, sentía el dolor de mi amigo.

—¿Sabes? Hay mejores peces en el mar, y tengo un par de opciones para ti.
Él se sonrió y me di cuenta de que estaba luchando por no llorar “los chicos no lloran” debía él de pensar.
—Puedes llorar si quieres —le dije en un susurro.
—Lo haría —hizo una pausa —si valiera la pena.
Asentí con la cabeza y ambos estallamos en carcajadas. Un hombre de verdad con sentimientos de verdad. Suspiré y Carlos me miró extrañado.

—Aburro, ¿no? Cuéntame, ¿qué tal tu cumpleaños? 

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Robin Wolfe