7 may 2010

El último fénix - Hoy

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.
Summary: Jacob fue el mejor amigo de Bella cuando Edward se fue, sin embargo, Bella elige a Edward y hace un pacto con Jacob: verse y entregarse su amor cada 13 de febrero.

2
Hoy
Si pudiese elegir entre una vida entera junto a ti y otro día como hoy, sin pensarlo elegiría un hoy.


(Jacob)
Sí, es absurdo, eso siempre lo supe. Desde el mismísimo día en que hicimos el juramento en esta cama, uniendo nuestros labios y cuerpos armoniosamente. Lo más probable es que jamás entienda por qué soportaba el hecho de no tenerla a mi lado cada noche o asimilar que no se despertara a mi lado cada mañana. No. No es la sensación de estar viudo —porque no lo estoy —, ni la de un hombre divorciado —que tampoco soy —, porque ellos tienen la dicha de saber que esa mujer que aman alguna vez les perteneció. Yo, nunca la tuve y aún así la perdí y ahora no la tengo y sé que se despierta junto a otro hombre que dudo la haga feliz.
Jamás entenderé cómo la perdí. Tampoco entenderé cómo fue que lo eligió a él tras haber sufrido tanto cuando se fue, cómo fue que pudo marcharse con las lágrimas bañándole el rostro, despidiéndose de esa magia que tenían nuestras miradas y besos y pretender —o hacerse creer — que estaba caminando hacia su felicidad.
Son interrogantes absurdas que jamás tendrán respuesta, porque no me concentraré en buscarlas, porque acabaré sintiéndome egoísta o culpable, por lo que jamás sabré si fue ella más tonta por irse o yo por dejarla ir.
Tras otro largo suspiro me levanto del desnudo colchón y saco las sábanas limpias del armario. Las extiendo y comienzo a vestir la cama con paciencia. Hoy es el día. Siempre colocaba sábanas limpias y luego las dejaba más de una semana, aunque fueran las sábanas más sucias de todo el año, porque amaba dormir con su olor, ¿cómo deshacerme rápidamente de la tela que tocó su piel y conservó el más delicioso aroma?
Aliso las sábanas, esponjo las almohadas y las coloco en la cabecera de la cama. Me dejo caer sobre ella, respiro el olor de la tintorería y me columpio en los brazos de Morfeo. Por supuesto, sueño sobre ella, sobre ti.
¿Qué sueño? Que estás conmigo, que te había tenido y te tengo. Que jamás te perdí. Sueño que eres mi realidad y no ese nunca que marcas en mi vida. Sueño que tus brazos me rodean y duermes a mi lado, aquí.
—Jake — susurró alguien. Una mujer —Jake— dijo de nuevo y abrí los ojos de golpe. La miré y me desperecé. Es hermosa, no lo puedo negar —. ¿Te vas a levantar, dormilón?
—Estoy levantado —dije parándome de golpe y dándole un beso en la mejilla.
— ¿Vamos a salir…o prefieres? —el tono sugerente de su voz al mirar la cama me dio escalofríos. Lo haría cualquier día, todo el día con ella. Cualquier día menos hoy.
—No se supone que estemos juntos hoy —murmuré. Ella enarcó una ceja —. Es de mala suerte ver a tu enamorado antes de San Valentín.
—Bien —dijo arrugando la boca hasta hacerla provocativa para robarle un beso —. Tampoco se pueden robar besos —dijo robándome uno a mí —. Te quiero —musitó con su voz dulce y tímida. Me rodeó el cuello con sus brazos, me besó de nuevo y se fue mirándome con cariño—. No lo olvides, mañana es nuestro primer San Valentín juntos y ya no puedo esperar —sonrió.
La miré marcharse y ansié que llegara esa mujer que esperaba con impaciencia.


..
«Hoy es de cada uno lo que fue de los dos»
Caramelos de Cianuro.


—Pensé que te podría borrar de un momento a otro de mi mente —masculló Bella mirando al suelo al tiempo que desabrochaba los botones superiores de su camisa.
—También yo pensé que podría —mascullé quitándome la camisa.
Me acerqué y tomé su rostro pálido entre mis manos.
—Aunque siempre supe que no te podría borrar de mi cuerpo —siseó ella.
—Este día hace que sea imposible olvidarte —la besé en el hueco entre la oreja y el cuello —. Paso todo el año esperando que sea…
—Hoy —completó ella con un gemido, la aprisioné contra la pared, la tomé por la cintura para subir los pies de ella a los míos, equilibrando la altura. Ella gimió al sentir mi erección tan prominente sobre su entrada. Me excitaba siempre el triple de lo normal para mí, retardaba cada movimiento mío, cada llegada, brindándonos más placer, ¿por qué maldita sea?, ¿por qué me podías hacer todo eso?
Dejó sus manos caer a los lados de su cuerpo —derrotada —mientras me dedicaba a desabrochar lo que quedaba de camisa, pero el desespero de la piel blanca y las curvas perfectas de su cintura hicieron que rompiera la camisa en trizas y los botones volaran por toda la habitación.
Piel contra piel nuestros cuerpos eran como una olla a presión, contenían su poder por mucho tiempo —un año —y explotaban liberando todo lo que tenían para dar.
Bella posó las manos en mi abdomen, recorriendo cada cuadro que lo formaba, enlazó sus brazos en mi cuello, atrayéndome hacia ella, haciendo que saboreara su aliento: divino. Parecía haber asaltado un camión de chicles de hierbabuena, pero me fascinaba. Me dio un beso tímido en los labios, pero antes de que ella se pudiera separar, abrí mi boca y ella me permitió que saboreara su lengua.
—Te he extrañado —gruñí pasando un dedo por uno de los pechos de Bella, apenas despegándome de sus labios para viajar a su cuello.
—Te he necesitado —jadeó ella y se reprimió al sentir cómo comenzaba a mordisquear la piel de sus senos —. Te necesito —imploró resbalando por la pared, aferrando sus manos a mi cabello.
Me deshice del sostén tan sólo usando mi boca —me encantaba mostrarle que era un maestro —, la cargué con un brazo y la llevé hasta la cama matrimonial, la tumbé sobre ella y me le quedé mirando: comiéndome el postre con los ojos antes de que me sirvieran el plato principal. Bella soltó un gemido sólo al ver que el bulto que se formaba en mis pantalones comenzaba a necesitar más espacio.
—Pídelo —le dije con malicia acariciando sus tobillos, dejando círculos de calor en su piel mientras subía por sus batatas.
(Bella)


Tragué en seco y me retorcí en la cama cuando las manos de Jacob llegaron a mis muslos. ¿Cómo podía causarme tantas sensaciones, dejarme esa ola de calor cuando aún llevaba puesto el pantalón?
—Hazme el amor, Jacob Black —grité en una cercanía a un orgasmo sin haber sido penetrada.
Jacob se posicionó sobre mí, e inclinó su cabeza hasta besar mi cuello, bajó hasta mis senos, mordisqueando el pezón izquierdo —sabía que era su favorito porque sentía mi corazón latir sin descanso —, dejó un camino de besos, mordiscos y caricias por mi vientre; mientras yo sentía oleadas de calor, hormigueos y nuevas sensaciones —como cada vez que estaba con él —, sentía cosquillas por cada parte que él se acercaba.
Jacob se dejó caer sobre la cama junto a mí, me miró con picardía, porque sabía lo mucho me gustaba quitarle el pantalón. Me encantaba liberar a su compañero que cada año, se mostraba más contento de verme, sabía que él no me olvidaba como yo no lo olvidaba a él.
Mis manos temblaban y sudaban frío mientras me subía a mi locomotora favorita, me deslicé por el abdomen de Jacob hasta tomar el botón de su pantalón en mis manos. Lo separé del ojal, aferré mis manos al borde de pantalón de jean y fui bajándolo despacio. Tragué en seco y Jacob respiró al sentir que la presión en sus pantalones se aligeraba. Con sus manos apretó las sábanas de algodón egipcio, tomándolas entre sus puños, la espera se le estaba volviendo demasiada y supuse que empezaba a sentir el dolor en su intimidad. Ese dolor que yo sentía en el corazón. Decidí deslizar el pantalón e ir besando la piel que iba descubriendo.
Cuando el pantalón de Jacob se convirtió en otra parte del piso, el mío no tardó en acompañarlo. Jacob dejó que yo comenzará llevando el control, encajé mi entrada con la salida de Jacob, lo miré con anhelo más que con deseo, porque a pesar de que aquel día disfrutábamos sin cohibiciones, también era un momento nostálgico —siempre lo sería—.
Jacob soltó aire por la nariz mientras deslizaba sus manos recorriendo mi curvada cintura, comencé a moverme en círculos sobre él, las manos de Jacob dejaron de estar solo sujetándome y comenzaron a apretar entre sus dedos músculos de mi espalda al tiempo que sus uñas comenzaban a arañarme la piel.
Agarrándome con fuerza por la cintura, Jacob me lanzó a la cama y comenzó a besarme desde los labios, pasando por mis orejas, donde decidió quedarse más tiempo y comenzó a susurrarme palabras que calaban en mí al tiempo que el tibio aliento me acariciaba la fría piel.
—Te amo —esas dos palabras fueron suficientes para que una lágrima rodara por mi cara


.
(Jacob)



—Lamento que sólo tengamos hoy para demostrarlo, pero es así —jadeé con la voz ahogada, al tiempo que mis manos apretaban el seno izquierdo de Bella. Cómo adoraba sentir cada latido de su desbocado corazón en la palma de mi mano, como si cada palpitar me perteneciera.
—Jake —gimió ella entre el placer de sentir mis dedos haciendo círculos sobre su ropa interior y lágrimas de tristeza, de saber que no habría mañana; pero sí, habría un año más. Las lágrimas rodaban por el rostro de Bella hasta formar un pozo en sus oídos, del cual yo lamía. Amaba todos los fluidos que su cuerpo producía, estaba seguro, incluso de que su sangre debía ser deliciosa. Succioné las lágrimas saladas, degustándolas, recordando ese sabor que más que salado acababa por ser amargo, porque cada año Bella lloraba, incluso aquella primera vez. Lamí también las lágrimas de sus mejillas, como si de alguna manera pudiese también borrar el dolor.
—Shh… no hables —le dije apoyando mis labios sobre los de ella que habían estado a punto de hablar de nuevo.
Fui dejando de nuevo un camino de besos por todo su vientre. Me detuve al llegar a su ropa interior de fina tela y con delicadeza la bajé haciendo uso de mis dientes, deslizándola con suavidad por sus cremosas piernas, dejando descargas eléctricas por todo el cuerpo de Bella.
Las manos de ella jalaron mi cabello mientras yo le dirigía una sonrisa pícara. Luego, me mordí el labio inferior y sin piedad me dirigí a su centro húmedo que actuaba como un volcán hawaiano; comencé a saborear aquel elixir que degustaba de esa mujer prohibida: Bella Cullen.
Poco a poco, los gritos de Bella aumentaban de volumen acción directa a que mi erección se pronunciara más. Me posicioné sobre ella y regresé para besarle el vientre, mientras las manos de Bella bajaban por mi espalda hasta sujetar el elástico del bóxer y bajarlo de un solo tirón haciendo que inmediatamente mi punta endurecida rozara la tibia entrada de Bella. Ambos soltamos aire, nos miramos a los ojos y en ellos hallamos todos esos recuerdos de aquella primera vez. Fundimos nuestras bocas en una sola, mientras Bella enredaba sus piernas en mis caderas haciendo que la penetrara con fuerza, enroscándose con intensidad, como si pretendiera jamás separarse de mí, o al menos poder sentirme completo dentro de ella. Hacíamos lo mismo con nuestras lenguas, las volvíamos torniquetes. No pretendíamos separarse, al menos no ese día.
La temperatura subía, los líquidos fluían: sudor que corría por la piel blanca de ella y por la mía cobriza; flujo de la intimidad de ella que hacía que la penetración fuera sólo placer, nada de dolor físico para ella. Las lágrimas de ella, que brotaban entre beso y beso, mostrando ese dolor que no nos abandonaba nunca, que era siempre parte de nuestros corazones, ese dolor que nos recordaba por qué estábamos ahí, haciendo el amor. Y mi eyaculación, que como cada año disfrutaba del más delicioso de los orgasmos. Bella se inundaba de mí, gritaba y se enroscaba mientras su intimidad se contraía y latía al ritmo de su corazón, sintiendo que dejaba su cuerpo allí, en esa cama. Yo, saboreaba sudor, saliva y lágrima en cada beso, en cada mordida; sentía las piernas de Bella a mi alrededor y sus uñas clavarse en mi espalda. Ambos gritábamos, gemíamos, jadeábamos, nos arañábamos, porque ese día, nos fusionábamos hasta volvernos uno solo.
..
Bella descansaba recostada en mi pecho mientras acariciaba su cabello con dulzura. Yo lloraba, siempre lo hacía, y siempre lo ocultaba, mientras ella empapaba mi pecho de lágrimas.
—No me quiero ir —masculló.
—No quiero que te vayas —susurré.
Bella apoyó su mano en mi pecho, acariciándolo y sin querer acabar mirando el anillo que llevaba en su mano. El anillo por el que todo había empezado.
—Sólo un año más —dije con la voz ahogada —. Hemos aguantado siempre.
—No es fácil.
—Sólo me verás, hoy, cada año, un día como hoy.
—Para torturarnos sabiendo que te perdí.
—Que nos perdimos —dije acercándola a mi cuerpo.
Porque así era, nos habíamos perdido el uno al otro tal día como aquel. El día en que Bella había elegido a Edward sobre mí, para casarse con él, pero nos habíamos prometido, que jamás nos olvidaríamos—porque sabíamos que no podríamos —y que siempre nos encontraríamos un día como aquel para amarnos como alguna vez lo hicimos.
—Te amo —susurró ella besando mi pecho empapado en sudor.
—Te amaré por siempre —le susurré.
—Pero no tenemos siempre para estar juntos.
—Bella —tomé su barbilla para obligarla a mirarme —. Si me dieran a elegir entre la eternidad junto a ti y otro día como hoy, sin dudarlo, elegiría hoy —Bella subió una ceja extrañada —. Las parejas que más amor tienen para dar son aquellas que comparten los momentos más pequeños. Feliz aniversario, hermosa, no lo olvides, soy tuyo siempre que el sol salga hoy, trece de febrero.



Los años seguirán pasando, seguiré cumpliendo años y pasando Navidades, pero
el calendario de mi corazón cuenta los días para que sea hoy.



Besos & un Jacob
RobinWolfe
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