28 abr 2010

Amor Humano - Capítulo 1









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Disclaimer:
Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.



Summary: Rosalie Hale se va a casar con Royce King, mientras Emmett sufre en silencio por la rubia que desconoce su existencia. Pero ¿es Royce el hombre para Rosalie? Emmett/Rose.


1

(Emmett)

— ¿Cuándo es la boda? —preguntó Ashton mientras caminábamos por las calles de Nueva York.
—Un mes a partir de mañana —sonrió Royce con aire de superioridad —. Ya no puedo esperar.
—Mejor tómatelo con calma. Aún no planificamos tu despedida —dijo Ashton dándole un codazo a Royce en las costillas y dirigiéndome una mirada de complicidad.
—Claro. Eso nos tomará al menos tres semanas planificarlo —bromeé.
—Miren nada más quien se asoma por aquí —dijo Royce y Ashton y yo nos miramos confundidos —. ¡Mi Rose!
—Royce —murmuró una voz delicada y en ese instante la vi. Rosalie Hale frente a mí, llamando a mi amigo. Se acercó y lo saludó con un beso en cada mejilla, él la retuvo y la besó en la comisura de los labios haciendo que ella se sonrojara.
Rosalie lucía hermosa. Un vestido de encajes multiples y a la vez muy sencillo, un paraguas de tul para “ocultarse” del sol y una sonrisa divina. Tal vez yo me equivocaba y Royce era el hombre para ella. Se miraban ambos en el reflejo azul del otro y tal vez por eso parecían compenetrarse. Sí, una parte de mí prefería pensar que Royce la hiciera feliz, porque ante todo, deseaba que ella lo fuera.
—Son mis amigos —dijo Royce señalándonos a cada uno que lo flanqueábamos —. Ashton Power —él extendió la mano y Rosalie se la apretó haciéndole una reverencia. Ashton era hijo del Alcalde —. Y Emmett —omitió mi apellido y Rosalie sólo apretó mi mano. Su roce cálido y delicado, sus manos hechas de seda, jamás las olvidaría.
—Un placer —dijo Rosalie sonriendo delicadamente.
— ¿Ibas a algún lugar?
—Iba a visitar a Vera —sonrió —. Su bebé ha tenido fiebre alta y ella está muy nerviosa. Los médicos no han acudido. Parece que la ignoran al saber su apellido —agachó la cabeza —, le dije que probaríamos suerte llamando yo.
—Que no se diga más —exclamó Royce —. Llamaré yo mismo y si el médico no llega, Ashton llamará. El señor Power tiene los contactos de todos los hospitales, como es lógico.
—Te lo agradeceré mucho, Royce.
—Todo por ti, dulzura.
Sentí de nuevo que el mundo se me venía encima. Yo no tenía ningún contacto, nada que le fuera útil a Rosalie. Podía conseguirle un descuento en una botella de vodka, más allá de eso, seguía siendo el bastardo que era. Ashton Power, cuyo apellido le caía como anillo al dedo, se ensuciaba un zapato y ya le estaban colocando alfombra roja para que pisara. Royce King II no tenía cómo pagar porque lo había perdido todo en apuestas o licor y recibía fianzas y préstamos, sólo porque su papá dirigía el Banco. Emmett McCarthy tenía que trabajar dieciséis horas al día para poder gastar junto a sus amigos y mirar día a día a sus papás cansados por el arduo trabajo que resultaba tener algún lujo.
—Gracias —susurró ella y se sonrojó de nuevo. ¿Por qué? ¿Por qué me tenía que enamorar de la manzana prohibida, el fruto más alto y que cada vez resultaba más inalcanzable?
—Ahorremos tiempo y llamemos de una vez de nuestra parte, Royce.
—El apellido Hale tiene poder —intervino Rosalie ofendida.
—Pero no como el Power —acotó Ashton.
—Me debo ir a trabajar —murmuré mientras ellos discutían sobre el valor de sus apellidos. No tenía ni siquiera armas para participar. Caminé con las manos en los bolsillos y sentí una mirada sobre mí, me volteé y casi pude jurar que veía a Rosalie voltearse nerviosa.
--
—Llegas tarde, McCarthy —me regañó mi jefe. No respondí porque sabía que mentía. Lo decía para bajarme el sueldo a una miseria peor.
Caminé hacia mi pieza de trabajo y saqué mi caja de herramientas.
— ¿Qué tengo para hoy?
—Desagüe en Brooklyn —dijo entregándome un papel con la dirección exacta.   
Asentí con la cabeza y caminé fuera del local. El dueño, el señor Malfoy había establecido el local en los años ’20. Una serie de trabajadores se encargaban de los trabajos sucios de todo Nueva York, desde los pedidos del alcalde para el control de ratas y otros animales, hasta la imposibilidad de una mujer de limpiar una sala. Sí, trabajábamos jardineros, albañiles y señoras encargadas de limpieza. Ocasionalmente se llamaban niñeras, pero era raro. El índice de amas de casa en Nueva York aumentaba cada temporada. El señor Malfoy vivía en una mansión de dos pisos con jardines estilo Versalles y una piscina casi olímpica, mientras todos los empleados subsistíamos con el trabajo que nos daban. Sí, era explotación.
Cuando llegué a Brooklyn, revisé el papel con la dirección exacta. Toqué la puerta al dar con ella. Era una puerta distinta, probablemente de una familia refinada. Madera gruesa de roble y pequeños vitrales transparentes, todas las puertas de los lados eran de madera casi balsa color verde botella. Mi casa, tenía una puerta verde botella y jamás había visto esa singular puerta. Pero de todo, eso no fue lo que más me sorprendió, fue ver una rubia de cabello largo y ondulado entrar a la casa de al lado con un doctor tras de ella: Rosalie Hale.
—¿Viene de las empresas Malfoy?

— ¿Ah? Sí, disculpe —respondí educadamente —. ¿Es aquí el desagüe?
—Sí —la mujer no llegaba a los treinta años, cabello marrón corto liso y una sonrisa amable —. ¿Otro despechado por la boda de la niña Hale?
— ¿Hay más? —pregunté asombrado mientras ella me dejaba pasar.
—No lo sé. Pero se nota que tú eres uno.
— ¿Viene seguido acá? —pregunté.
—La niña Vera es nuestra vecina —sonrió —. Aquí está el desagüe —señaló el fregadero —, pero creo que te tardarás en arreglarlo…
—No, la verdad son mi especialidad —me guiñó un ojo.
—Rosalie Hale viene todos los días a Brooklyn y mañana Vera vendrá al club de lectura, si Rosalie está con ella, la traerá.
— ¿Me está ayudando?
—Soy Dana…King —dijo mientras me extendía la mano.
Miré alrededor y noté que no había desagüe alguno.
—Mi hermano no se puede casar con ella. Rosalie y yo somos…conocidas y sé que Royce no le conviene.
— ¿Y cómo puedo yo ser mejor que Royce?
—Eres un joven trabajador y honesto. Rosalie ama eso sobre el dinero y si me permites, eres mucho más guapo que él.
—Mi jefe me matará cuando se enteré que no estoy trabajando.
­—Ah, no sueñes, algo harás y te pagaré la cuota que sea. Necesito que Royce se quede soltero y anciano.
—Tienes tus propios intereses —dije dejando las herramientas —, pero estamos en busca de un mismo fin.
—Sí ­—dijo ella con una sonrisa más macabra que dulce.
— ¿Por qué quieres eso para Royce?
—El testamento de mi padre dice que el Banco lo heredará el hijo o hija que esté casado bajo la ley y ante los ojos de Dios. Yo soy esa hija.
— ¿Quieres el Banco?
—No. Quiero que Royce no lo tenga. Desde que nacimos me ha dicho que él se lo quedará porque es hombre, pero no cuenta con que mi padre quiere un legado y mucho menos cuenta con mi astucia.

La mujer como buena King tenía todo fríamente calculado. Me puso a pintar paredes que estaban en perfecto estado y hasta tuve que pasar escoba al piso. Sinceramente, no me importaba. Rosalie Hale estaba a unos diez metros de distancia de mí y eso parecía suficiente pago. No me molesté —al menos de momento —en preguntarle cómo dio conmigo y por  qué. Bien pudo contactar a Nicholas que tampoco era un Don Alguien. Incluso tenía mejor nivel económico que yo, pero su apellido valía lo mismo que el mío. Probablemente, porque yo hubiese accedido a trabajos inapropiados por conseguir a Rose. No me importaba, hubiese sido esclavo sexual de un cura si así conseguía algo.
—Es tarde —dijo Dana entrando en la cocina.
— ¿Debería irme?
—Rosalie siempre se va antes de que anochezca y de momento es preferible que mi esposo no te vea.
Recogí mis herramientas y me sacudí la ropa.
—Gracias ­­—dije y me marché.
(Rosalie)

—Será mejor que te vayas antes de que oscurezca, Rose.
—Sí —musité apenada mirando los cachetes rojos de Henry, aún seguía enfermo.
—Se pondrá bien pronto —sonrió Vera, me abrazó y me abrió la puerta.
—Avísame cualquier cosa —dije despidiéndome con la mano. Miré a ambos lados de la calle y lo único que vi fue un cuerpo musculoso salir de la casa de mi futura cuñada. Caminé sin fijarme ya que tenía pinta de ser un albañil y no alguien que me interesara saludar.
Aún no oscurecía del todo y ya los faroles estaban encendidos. Caminé confiada hasta llegar a mi zona residencial.
--
— ¿Cómo está el niño? —preguntó mi madre dejando las medias que tejía a un lado.
—Seguía con fiebre, pero Vera confía en que se mejorará.
­—Claro que lo hará —sonrió mi madre —. Recuerdo la primera vez que te enfermaste. Llamé a los médicos de todos los Estados Unidos y resultaba ser sólo una alergia —sonrió remarcando las pocas arrugas que se empezaban a formar en su rostro —. Ven aquí, Rose.
Me acerqué y me senté a su lado.
—Estoy muy feliz por tu boda con Royce. Mañana vendrán a tomarte las medidas para el vestido. Vendrá el mejor sastre de todo el país, lucirás como una princesa.
—Siempre he soñado con esto, madre.
—Todas, cariño.
— ¿Me cuentas de nuevo como papá y tú se enamoraron?
—Claro, corazón —mi madre sonrió y me contó su historia de amor. En mi opinión, más hermosa que cualquier cuento de hadas, amaba la forma en que su amor había nacido y dado frutos. Los miraba y podía ver el amor en ellos, como en Vera, envidiaba eso. Vera nunca había sido muy hermosa y cuando éramos pequeñas, siempre había pensado que yo encontraría el amor antes que ella y no fue así. Consiguió el amor y uno de verdad. Yo, aún tenía mis dudas de la realidad del amor que había entre Royce y yo.
Aunque creía en los cuentos de hadas y soñaba con ellos, jamás me convenció lo del amor a primera vista. Sí, superficial no niego ser, pero creo más en el amor que nace del corazón, de aquel que se plasma en una mirada o una caricia. Me retiré una vez mi mamá terminó la historia y en mi cama los pensamientos se volvieron más claros. No. No amaba a Royce King. ¿Cómo podía amarlo, si difícilmente sabía algo de él? Pero me importaba poco, el amor se crea y juntos lo lograríamos, una vez casados.
Tomé un baño caliente que me relajara, me acosté con mi pijama de seda y soñé tranquila. En mi sueño, había una mano que sujetaba la mía, como presentándose a mí, una figura grande en la oscuridad y la sensación de que esa persona me amaba en verdad. Era como si un calor se adueñara de mi cuerpo al sentir el roce de su piel. No sabía de quién se trataba, ni en el sueño ni al despertar. Sólo supe al despertar con el corazón agitado y sudando que de alguna u otra forma, él significaría algo en mi vida.
Ojos marrones. Aparecieron  un par de ellos en mis memorias mientras me preparaba para bajar a desayunar. El hombre del sueño era alguien de ojos café que me recordó al amigo de Royce, cuyo nombre no presté atención y pensar en él agitó algo en mi estómago. Sí, el roce de su mano había causado lo  mismo. Pero, ¿cómo se llamaba? ¿Y por qué estaba yo pensando en él? El no recordar su nombre era el mejor indicio de que no debía saberlo y mirar el anillo de diamante en mi dedo me hizo tragar en seco, ¿por qué pensaba en extraños si en un mes me casaría con mi príncipe azul?








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 Robin Wolfe

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