17 abr 2010

Amor Humano - Prólogo

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Summary: Rosalie Hale se va a casar con Royce King, mientras Emmett sufre en silencio por la rubia que desconoce su existencia. Pero ¿es Royce el hombre para Rosalie? Emmett/Rose.
Disclaimer: Los personajes, así como la historia base de Rose/Royce son de Stephenie Meyer; que Emmett viva en esa época es mío (Y Emmett es mío también).
Nota: Basado en el oneshot: Felicidad Humana.


Prólogo
Bastardo sin gloria

—Otra ronda para mis amigos —dijo Royce haciéndole señas al camarero. Tenía el bar bajo su control, de hecho, tenía toda la ciudad bajo su control.
—Será mejor que digas la noticia antes de que se te distorsionen los sentidos —le dije mientras el camarero dejaba las jarras de cerveza sobre la mesa. Todos las alzamos y brindamos haciendo la espuma derramarse.
—Brindo por el amor —Royce bajó las cejas hasta que ellas oscurecieron todo su rostro.
—Habla de una vez —le dijo Ashton con una risa grave, característica de él.
—Brindo por el dinero —y alzó su jarra botando toda la espuma. Ya estaba demasiado borracho —. Y por la belleza —una serie de silbidos sucedieron su declaración —. Brindo porque me voy a casar con Rosalie Hale —todos chocaron las jarras con él, el chasquido de cristal contra cristal, las risas escandalosas, las palmadas de hombro y los «Venga hombre que te has cogido la mejor» me provocaban náuseas pero ¿qué podía hacer? Alzar mi jarra y sonreír cuando quería marcharme a morir.
—Felicitaciones, Royce —le palmeé la espalda mientras cada uno se marchaba hacia su casa. Él hacia el buen lado, yo hacia el barrio.
—No trates de fingir, McCarthy, sé que te gusta mi mujer —recalcó —pero no te preocupes, no eres el único —me miró con rabia y traté de disimular con una sonrisa.
—Es hermosa, nadie lo niega. Pero no la conozco, Royce, además es tuya —agregué con ironía.
—Es lo que yo digo —sus ojos azules se clavaron en los míos y tuve que apartar la mirada. Odiaba que un hombre me mirara así.
—Nos vemos mañana, cuando estés sobrio —me di la vuelta y caminé a paso lento hacia mi vecindad.
— ¿Qué es estar sobrio? —preguntó Royce gritando y soltando una carcajada.
Lo ignoré y seguí caminando. Nada deseaba más que llegar a mi casa y ahogarme yo solo en alcohol. Ansiando que mis lamentos se fueran con él, aunque sabía, que eso no pasaría.
Llegué a mi casa y busqué una de las botellas que mi padre mantenía bajo llave. Con los años había encontrado la técnica perfecta para sacarlas sin que él lo notara. Miré que mis padres estuviesen en la cama durmiendo y me encerré en mi habitación.
Miré la botella de cristal por un tiempo que me pareció absurdo, paseé mi dedo por las curvaturas de ésta pretendiendo —por supuesto —que la botella era una mujer, pero no cualquier mujer. Esa mujer. Rosalie Hale.
Abrí la botella y deje que el líquido quemara mi garganta.
--
Nunca había sido un hombre de mucha imaginación, excepto cuando a través de mi corazón pasaba más alcohol que sangre y maldita sea, estaba demasiado borracho. Era un bastardo, toda mi vida lo había sido. Probablemente porque nací como tal. Porque mi padre no era mi padre. Porque ese hombre que me había criado no tenía ningún lazo sanguíneo que lo uniera a mí. Aunque mientras mi sangre fuera alcohol, me unía bastante a él. Pero eso era, un maldito bastardo enamorado de la mujer que jamás se fijaría en mí. A veces me preguntaba qué sería peor, que ella me conociera y no se fijara en mí o saberme el ignorado. Sí, qué sería peor, porque en cualquiera de los casos seguiría siendo un maldito soltero —o estando con otra mujer que simplemente no sería ella —. Ya me podía imaginar —gracias al alcohol —que me quedaría soltero y anciano con 30 gatos y yendo de bar en bar cada noche.
Concluyendo así, yo no era el chico para Rosalie Hale, la más bella de todo el pueblo y por consiguiente, la más deseada, a la que le llovían los pretendientes, entre los cuales yo quedaba en el nivel de “Don Nadie” y Royce King alcanzaba ­—y sobrebasaba ­—las expectativas de los Hale: guapo y millonario. Todo en un solo paquete. Estaba 100% seguro de que el hecho de que fuera un borracho sin remedio no le restaba ni un punto, mientras a mí —que no era ni la mitad de bebedor —me debía quitar al menos un 70% y a eso se le sumaba mi clase social y el hecho de que mi padre me hubiese abandonado al nacer. Puntaje total de Emmett McCarthy: -100%. Suspiré derrotado y me tomé las gotas que aún quedaban en el fondo de la botella. La contemplé de nuevo, la sentí resbalarse de mis manos, la oí caer y golpearse contra el suelo y cómo mi cabeza acababa haciendo lo mismo. ¿Dolor? Ya no sabía que era eso… al menos no físicamente.
Me desperté con  una migraña fácilmente comparable con cargar un automóvil sobre la cabeza. Dolía y era físico; aún así no se comparaba con la grieta abierta en mi corazón. Malditas cursilerias. ¿Tenía que empinarme la botella y no dejar ni una gota? Me había parecido necesario anoche. Hoy, parecía increíblemente estúpido.
— ¿Qué tanto duele? —preguntó mi padrastro en un susurro. Siempre había sabido que yo me emborrachaba cuando tenía una razón justificada y ni él ni mi madre me trataban con desprecio en la maldita mañana de la resaca. De cualquier forma, me extrañaba la pregunta, porque en ella no especificaba que hablara sobre mi cabeza, más bien, sonaba a que me preguntaba por lo de Rosalie, por lo que asumí que la boda de King II ya era titular de los tabloides.
­­—Bastante ­—articulé levantándome y sufriendo el mareo de hacerlo con mucha rapidez.
­—No la cabeza ­—dijo con los ojos vidriosos severos. Golpeó el diario contra su mano y me mostró la página de sociales: «King II conquista a la niña Hale». No había foto de los futuros esposos, sólo una fina mano con un gran anillo de compromiso en el dedo anular.
Hubiese reconocido la mano de Rosalie sin leer el titular, ¿cómo? La conocía a perfección, sabía que sus dedos eran finos, como de pianista y me había imaginado ­—especialmente anoche, con el alcohol en las venas ­—besando cada dedo como si fueran individuos independientes.
­—Más que bastante ­—murmuré apoyándome contra la pared.
­—No es la última rubia ­—dijo Jack como consuelo.
­—Pero es la última Rosalie Hale.
­—Me pagarás la botella, ¿no? ­—señaló con la boca la botella vacía.
­— ¿Mi mamá salió? —cambié el tema separándome de la pared y sintiendo una opresión en el pecho.
­—A hacer las compras ­—sonrió de medio lado. Me dio una palmada en el hombro cuando pasé a su lado y me pareció que me podía desmoronar.
No, yo no amaba a Rosalie Hale porque fuera bella o rubia. Era por la forma en que su sonrisa alumbraba su mirada. Por las veces que la había visto llevando su ropa a la caridad, por cuando la veía sonreírle a los ancianos y ayudarles a cruzar la calle. Por la forma en que caminaba junto a su amiga y el pequeño bebé de ésta y parecía la mujer más feliz del mundo. Y entendía, que Rosalie Hale jamás se fijaría en Emmett McCarthy.












Nueva historia. Personajes que adoro... espero les guste :3
 Robin Wolfe

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Robin Wolfe